Páginas

Avanzada: Aborto y Eutanasia



Teoría de la Degeneración: Aborto y Eutanasia


(www.conviccionradio.cl ,  28 de Mayo de 2009)

El contexto ideológico en la avanzada abortista




Asumiendo las premisas del darwinismo, en orden a que todas las especies evolucionan por selección natural y los especimenes más aptas sobreviven según su capacidad para adaptarse al medio ambiente y legan a los descendientes los rasgos adaptativos, lo cual conduce al desarrollo gradual de especies biológicas superiores a partir de especies inferiores y más simples, se entien­de que el ser humano no es excepción a la norma de la naturaleza. Por tanto, las leyes de la natu­raleza rigen de modo absoluto la vida del ser humano y surge así el llamado darwinismo social.

A la época, la analogía entre evolución y civilización en el sentido liberal clásico, como un proceso continuo de mejoramiento, era marcada y obvia. La selección natural podía encararse como un proceso que inevitablemente mejoraba una especie. De hecho, Darwin escribió: “Así, de la guerra de la naturaleza, de la hambruna y la muerte, se sigue directamente el propósito más alto que somos capaces de concebir, a saber, la producción de animales superiores”. Esta era la visión optimista de la selección natural, habitualmente asociada con el darwinismo social, según el cual, en palabras del biólogo decimonónico W. R. Greg, “los mejores especimenes de la raza (humana)... perpetúan la especie y propagan un tipo de humanidad cada vez mejor y más perfecto”. En su tiempo, el poeta lírico Quintus Horatius Flaccus (65 a.C. - 8 d.C.) ya había proclamaba: “Bello, bueno, perfecto”.
En la teoría de Darwin existía una eventualidad negativa que sus contemporáneos captaron de inmediato. La evolución significaba que la historia natural de las especies, incluidos los seres humanos, ya no era fija e inmutable. Aún más, como lo indicaba en 1880, Edwin Lankeste, quién consideraba que la humanidad estaba acostumbrada a creer que necesariamente progresa y está destinada a progresar aún más, debía advertirse que, al estar los hombres están sometidos a las leyes generales de la evolución, éstos tanto pueden progresar como degenerar.

De hecho, a la vista cotidiana estaba lo monstruoso, aquello que sale del curso de la naturaleza, para comprobarlo duramente. Si históricamente lo humano llamado monstruoso siempre estuvo presente, hasta fines del siglo XVIII, los debates teóricos acerca de los monstruos se centraban en los cuerpos cuyas características eran exageradas, raras y excepcionales. A la época, mientras se vinculaba la ceguera y la sordera con una inteligencia inferior, el ilustrado Diderot planteaba que los ciegos pertenecían a la categoría de los monstruos; los niños retrasados eran mezclados con sordomudos y ciegos en instituciones. Sin más, los enanos eran considerados de una espe­cie diferente. A los niños siameses también se les consideraba monstruos y los inválidos eran vinculados de manera inevitable con la anormalidad radical. Para unos la monstruosidad estaba en los gérmenes y se debía pretender penetrar en los deseos divinos insondables; para otros la monstruosidad se debía a accidentes de las leyes de la naturaleza que revelaban la complejidad del mundo. Etienne y Isidore Geoffroy Saint - Hilaire tuvieron que recordar que los monstruos nacidos de seres humanos pertenecían a la humanidad, explicándose que esta circunstancia obe­decía a leyes racionales que debían ser buscadas dejando a Dios a un lado.

Por tanto, el siglo XIX está lleno de cuerpos deformes que constantemente se exhibían de manera pública. Si bien la exposición de monstruos humanos era una práctica muy antigua, en este tiempo se relaciona con las salidas que las familias hacían los domingos a contemplar monstruo­sidades. Se exhiben variedades de deformidades, de modo que en grandes ciudades se fundan museos y organizan ferias y circos itinerantes que exhiben la monstruosidad, transformándolos la práctica popular en negocio. En 1869, Víctor Hugo creó el personaje de Gwynplaine, un niño desfigurado con un rictus permanente y grotesco, que le habían producido traficantes que compraban niños y les practicaban operaciones en cara o cuerpo, según el objetivo perseguido o solicitado, y los revendían en el mercado de monstruos, las ferias. Guy de Maupassant daría cuenta del tráfico de niños que se desfiguraban deliberadamente.

Así, pronto, del cuerpo monstruoso se deriva al cuerpo degenerado. El degenerado reunía todas las taras y éstas siempre se inscribían en el cuerpo. El alcoholismo era el prototipo: se bebe en los medios pobres, se transmite la tara a los hijos y eso provoca degeneraciones. La degenera­ción también comprendía la criminalidad. El microcéfalo, el idiota, el enano, quien sufría de criptorquidia, el cretino, el epiléptico, el palúdico, el escrofuloso, el tuberculoso, el raquítico, el aquejado de bocio se influía en la “afección” de la degeneración. Sin más, Thomas Huxley, discí­pulo de Darwin, tras realizar investigaciones pioneras con fósiles de dinosaurios, ratificaría: “Es erróneo imaginar que evolución significa una tendencia constante hacia una mayor perfección... La metamorfosis regresiva es tan viable como la progresiva”.

Aún más, según la evolución darwiniana, el medio ambiente no mejora directamente la raza ni la adaptabilidad de la especie, sino que todo depende de las características innatas de los indivi­duos, los cuales, si sobreviven, legan esos rasgos a sus vástagos. Por otra parte, el mismo medio ambiente puede causar graves daños al interferir en la normal competencia por los recursos y las parejas deseables, o al impedir que los mejores especimenes pasen a primer plano. Esto era particularmente cierto en la sociedad humana, que introducía nuevos elementos artificiales en la ecuación evolutiva. En su posterior “Ascendencia del Hombre” (1871), Darwin mismo temía que el crecimiento de la civilización atentara contra la selección natural.

Aún más, al tampoco ser fija la herencia porque ésta también está sujeta a evolución constante, se da la posibilidad de salvajismo en la civilización. Aún antes de Gregor Mendel, los estudiantes de genética sabían que la reproducción era un complejo proceso de similitud, por el cual los cis­nes blancos producen cisnes blancos, pero también de diversidad, por el cual los cisnes blancos a veces producen cisnes negros.

Entonces, si para el darwiniano todos los seres humanos, al margen de su raza o status cultural, descendían de los simios, esto abría la posibilidad de que los rasgos físicos y mentales que habían permitido al hombre adaptarse a un ámbito salvaje, fuera en el pasado remoto (el cazador Nean­derthal) o en el presente (el guerrero watusi), pudieran legarse inadvertidamente a descendientes modernos y civilizados. El zoólogo darwiniano, Henry Maudsley, lo explicaba con la observación de que existe “realmente un cerebro bestial dentro del hombre”, lo cual permitía “identificar el sal­vajismo en la civilización, así como podemos identificar el animalismo en el salvajismo”.

Precisamente, los biólogos del siglo XIX hablarían de “atavismo” para referirse a esta supervi­vencia bestial, por la palabra latina atavus, antepasado remoto. El atavismo enseñaba que todo organismo tenía ciertas características “perdidas” que podían reaparecer en ciertas condiciones y se legarían a los descendientes. La teoría atavista existía antes de Darwin, pero su teoría de la evolución parecía confirmarla, al igual que la genética mendeliana posteriormente.

En definitiva, el atavismo seria la piedra fundamental de la teoría de la degeneración. Conforme a esto, el atavismo presentaba la aterradora posibilidad de que una saludable familia de clase media de pronto engendrara un bruto retrógrado. Si bien la mayoría de los teóricos convenían en que esta clase de atavismo era poco frecuente, surgía la pregunta, ¿Qué sucedería si de repente ciertas condiciones específicas hacían aflorar esas características perdidas en toda la especie, que luego las legaría a sus descendientes? De darse tal posibilidad, el proceso de la herencia podía obrar súbita e inexplicablemente contra los intereses de la especie. La selección natural se convertiría en una trampa. Lo peor reproduciría indiscriminadamente más de lo peor en una disolución atávica de la raza humana. En definitiva, tal acontecer podía generar un proceso de degeneración de la raza humana y caída radical de la civilización humana. En consecuencia, el estudio de la evolución no sólo podía rastrear el ascenso de las especies a través del tiempo sino, como lección fundamental, en el caso de los antiguos imperios y civilizaciones, su declinación y caída.

Así entonces, para el observador experto, los avances económicos y sociales del siglo XIX parecían conspirar contra el progreso humano en vez de favorecerlo. La teoría de la degeneración presentaba una imagen pesimista de la civilización moderna. A fines de siglo, la teoría de la degeneración ha­bía sacudido profundamente la confianza del liberalismo europeo en el futuro, dejándolo expuesto a sus enemigos. La degeneración se definía como el desvío morboso respecto de un tipo original. Se sostenía que “cuando un organismo se debilita bajo toda suerte de influencias nocivas, sus su­cesores no semejan el tipo saludable y normal... sino que forman una nueva subespecie”, que con creciente frecuencia lega sus peculiaridades a su prole. Los médicos, biólogos, zoólogos y antropó­logos (miembros eminentes de las nuevas profesiones científicas) fueron los primeros en advertir que en condiciones adecuadas el debilitamiento afectaría al hombre moderno.

En 1890 cundía la opinión de que una marea de degeneración barría el paisaje de la Europa in­dustrial, creando a su paso una multitud de trastornos que incluían el incremento de la pobreza, el delito, el alcoholismo, la perversión moral y la violencia política. Con pocas excepciones, los científicos más preocupados por la degeneración tenían opiniones políticas progresistas e incluso ideas socialistas. La oposición a la teoría de que la herencia determinaba la conducta social no provenía de la izquierda sino de la Iglesia Católica y las fuerzas tradicionalistas.

La degeneración planteaba la posibilidad de que la sociedad industrial moderna estuviera crean­do un nuevo “bárbaro interior”. Los liberales llegaron a la misma conclusión que los socialistas: las transformaciones sociales y económicas normales en la civilización moderna ya no consti­tuían progreso, sino lo contrario. Por tanto, la sociedad contemporánea no podía sobrevivir sin la intervención de la ciencia moderna y el Estado burocrático. En definitiva, el darwinismo y la teoría de la degeneración dieron por tierra con toda noción de que la civilización pudiera servir como un proceso de refinamiento y mejoramiento de la especie.

De hecho, hacia 1900 influyentes sectores de la comunidad intelectual habían perdido la fe en la capacidad autorrenovadora de la civilización occidental. El tejido social moderno ya no parecía brindar ninguna protección para la especie humana. Por el contrario, se temía que el complejo funcionamiento de la civilización desencadenara un repentino retroceso, un descenso en un caos más terrible que el “salvajismo” precivilizado. Aún para el darwiniano más confiado, el pasado evolutivo del hombre constituía un lastre hereditario ya que aquejaba a la humanidad con una multitud de rasgos salvajes e irracionales que la ciencia debía desbrozar mediante la eugenesia o algún otro medio para que la raza humana sobreviviera.

Las condiciones sociales reinantes en el siglo XVIII no fueron tan malas, al punto de disminuir la tasa de mortalidad, incorporar a la dieta el consumo de azúcar, chocolate, café y el té, mejorando incluso las condiciones de higiene. No obstante, la sociedad del siglo XVIII conoció la violen­cia y la brutalidad, resabios del Renacimiento. A pesar de la severidad de las leyes penales, los crímenes alevosos eran comunes. En las ciudades populosas, bandas de individuos recorrían las calles haciendo de las suyas, mientras que los salteadores de caminos infestaban los alrededores. Subsistiendo el juego, deportes groseros y el duelo, de hecho aumentó el consumo de alcohol y la embriaguez se apoderaba de las clases pobres. No serían éstas realidades ausentes en el siglo XIX. Por el contrario, se harían aún más complejas y se proyectarían al siglo XX. Era la impronta de los “degenerados”, esto es, la marca y huella propia de los “de - gen - errado”.

Movimiento de la eugenesia    

La solución ante tal eventualidad era la práctica eugenesia. Ello suponía una política eugenésica ba­sada en una lógica simple: “Si hombres talentosos se aparean con mujeres talentosas generación tras generación, podríamos producir una raza refinada” y eliminar el riesgo de reversión o atavismo. La eugenesia tenía la inestimable ventaja de corregir la degeneración de Occidente mediante un método tan científico como humanitario. Se afirmaría: “La eugenesia coopera con el funcionamiento de la naturaleza al garantizar que la humanidad esté representada por las razas más aptas. Aquello que la naturaleza hace a ciegas, despacio y cruelmente, el hombre puede hacerlo discriminada, rápida y benignamente”.

A este efecto Galton desarrolló un sistema para identificar en la población inglesa a las perso­nas más talentosas y a las menos talentosas, los “auténticos imbéciles e idiotas”, basándose en características observables que serían estudiadas, cuantificadas, comparadas y archivadas. Se consagró con entusiasmo a la fisiología cerebral al estilo Lombroso, armándose con un disposi­tivo para crear fotografías compuestas de tipos humanos ideales o “estereotipos”, epitomes de criminalidad, talento, estupidez y judaísmo. Procuró construir un “mapa de la belleza” de Gran Bretaña contando la recurrencia de rasgos encantadores en la población y tratando de desarrollar un índice cuantitativo para medir el grado de aburrimiento.

Al comienzo, esto es, a fines de la década de 1860, las investigaciones de Galton no produjeron ninguna reacción. Sin embargo, más tarde, el temor a la degeneración contribuyó a crear sim­patía por la eugenesia de Galton entre radicales y socialistas; entre ellos George Bernard Shaw, H. G. Wells, Sidney y Beatrice Webb de la “Sociedad Fabiana”, el sexólogo Havelock Ellis y la feminista americana Margaret Sanger. Aún más, el movimiento eugenista atrajo personas signifi­cativas como W. R. Inge, deán de la catedral de San Pablo, y a H. G. Wells. En 1912, el socialista Karl Pearson, discípulo y sucesor de Galton, organizó la “Primera Conferencia Internacional de Eugenesia”, presidida por Leonard Darwin, hijo de Charles, a la cual asistieron importantes per­sonajes, incluido un joven parlamentario liberal llamado Winston Churchill. De hecho, dos años antes, en 1910, el entonces Secretario del Interior, Winston Churchill, ya establecía claramente: “El rápido crecimiento antinatural de los débiles mentales unido a una restricción en el aumento de las razas enérgicas y superiores constituye un peligro nacional y racial. La fuente de esta in­sanía debe ser cercenada y sellada con celeridad”.

Tal como ocurriría más tarde con el control de la natalidad, se suponía que la eugenesia procuraría un antídoto contra ideas obsoletas y erradas acerca de la reproducción humana. El tradicional mensaje cristiano de “creced y multiplicaos” resultaba irremediablemente anticuado para Galton  y otros eugenistas. Es más, resultaba peligroso en un mundo amenazado por la degeneración. Por ende, la oposición más enconada y las principales críticas a este movimiento provenían de los conservadores religiosos y los católicos.

En la práctica, Galton atraía a los sectores radicales porque no identificaba a los más talentosos con el abolengo; por el contrario, los excluía específicamente. Aún más, la eugenesia galtoniana, como el populismo muscular de Nordau, convertía a los aristócratas en degenerados latentes. En general los eugenistas convenían en que la clase dominante hereditaria europea era un producto de la bancarrota genética, al igual que los retardados mentales, los “idiotas mongoloides” y los irlandeses. Un colega de Galton proclamaba: “El rango y la riqueza, heredados sin esfuerzo y con absoluta seguridad, suelen producir vástagos débiles y poco inteligentes”. Así, quizá no fueran los proletarios dráculas, pero sin duda concordaban con el estereotipo sujetos como Oscar Wilde: seres humanos criados en la indolencia, con diversos trastornos nerviosos y con gustos estéticos decadentes.

En su última obra influyente, “El descenso del Hombre” (1871), Francis Galton ya indicaban la futura dirección del liberalismo científico: preocupación por los efectos enervantes de la civili­zación en la evolución del hombre y por el temor a la degeneración. Si bien inicialmente Galton y algunos eugenistas se sintieron atraídos por el lado “blando” de la eugenesia, expresada en el aliento oficial a la reproducción selectiva, pronto otros se interesaron por la directa aplicación de la esterilización forzada, el aborto e incluso la eutanasia.

John Stuart Mill. El filósofo del utilitarismo, John Stuart Mill (1806 - 1873), postuló entonces con claridad: “Todo ser humano tiene un derecho natural a ser alimentado por sus padres hasta que pueda bastarse a sí mismo. Engendrar un ser que no se puede o no se quiere sustentar es un crimen; sin duda que la sociedad debe cuidar a sus miembros enfermos o desgraciados, pero pue­de exigir que los sostenidos por la beneficencia pública se abstengan del matrimonio. El único medio de destruir la miseria social consiste en propagar activamente el uso de una moderación razonable y voluntaria respecto del número de hijos a engendrar. El gobierno tiene el derecho de recurrir a tal fin dictando leyes. Nada puede mejorarse en tanto que las familias pobres que engendran no sean consideradas desde igual punto de vista que las personas que se entregan a la embriaguez o cualquier otro desorden físico”.

Alexander Graham Bell. El científico escocés Alexander Graham Bell (1847 - 1922), inventor del teléfono junto a Antonio Meucci y Philipp Reis, integró activamente el movimiento eugené­sico en Estados Unidos de Norteamérica. Entre 1912 y 1918 actuó como presidente del consejo científico de la Oficina de Registro Eugenésico del puerto de Nueva Cork. En 1921, A. Graham Bell fue presidente honorario del Segundo Congreso Internacional de Eugenesia, realizado con el auspicio del Museo Americano de Historia Natural. En virtud de tal posición, Alexander Gra­ham Bell se dedicó a la promoción de leyes que establecían la esterilización obligatoria para los que él llamaba una “variedad defectuosa de la raza humana”.

Margaret Sanger. La influyente líder feminista y socialista radical, Margaret Higgins Sanger (1879 - 1966) postuló la eugenesia forzada, la segregación, el control de natalidad y el aborto. De hecho, para promocionar una política pública basada en estas prácticas fundó la “Federación Internacional de Paternidad Planificada”. Margaret Sanger comienza afirmando que “el género femenino debe sacudirse su esclavitud… nuestro objetivo es la satisfacción sexual ilimitada sin la carga de niños no deseados… La cama del matrimonio es la influencia más degenerativa en el orden social”. La demócrata Sanger proclamará luego de modo inequívoco: “La acción más misericordiosa que puede hacer una familia numerosa por uno de sus miembros más pequeños  es matarlo”. Además, expresamente postula la segregación social: “Nuestro fallo de segregar a los imbéciles, quienes están aumentando y multiplicándose - un peso muerto de basura humana - engendra imparablemente la clase de seres humanos que nunca debería haber nacido”. Deter­mina Sanger: “Se debería detener la procreación del enfermo, del débil mental y de los pobres… La respuesta es la esterilización obligatoria… La esterilización eugenésica es una necesidad urgente… Debemos prevenir la multiplicación de esta mala estirpe”. Confiesa así Sanger: “La campaña para el control de la natalidad no es simplemente de valor eugenésico, sino que es prácticamente idéntica a las metas oficiales de la eugenesia…El control de la natalidad debe conducir en última instancia a una raza más limpia”. Por último, Margaret Sanger proclamará expresamente la “fundación de una nueva raza”.

Georges Vacher de Lapouge, Charles Binet - Sanglé, Charles Richet y Alexis Carrel.
El antropólogo suizo Georges Vacher de Lapouge (1854 - 1936), eminente miembro de la “Socie­dad de Eutanasia” de Francia, inspirado en Darwin, aplicó el principio de selección natural de las especies para explicar la desigualdad biológica de las razas y las consecuentes diferencias culturales. Como expresión de la selección natural, en 1896 publica “La Selección Social” y abo­gó por una práctica eugenésica que incluía la eutanasia y el infanticidio. Es Vacher de Lapouge quien por primera vez utiliza el concepto de “etnia” para designar distintos tipos raciales.
En 1918, por medio de su obra “El Haras Humano”, el francés Charles Binet - Sanglé, formuló la proposición de establecer un “Instituto de la Eutanasia” para implementar un programa de eliminación de degenerados y fatigados de la vida, mediante el empleo de anestesia y gas. En su libro “El arte de morir”, Bidet - Sanglé expone un proyecto de reglamento, según el cual la euta­nasia sería confiada a especialistas, de los cuales dependería el autorizar el derecho de morir. En un estudio de 1912, Binet - Sanglé aprecia que Jesús era un sujeto mentalmente enfermo (“Jesus Madness”). Por su parte, el premio Nobel de medicina de 1913, el fisiólogo francés Charles Richet (1850 - 1935), sistemáticamente ocupado de temas espiritualistas como telepatía, hipnosis, mate­rializaciones, premoniciones, cryptesthesia (sexto sentido, que capta vibraciones de la realidad), en 1919 publica “La Selección Humana”.

El también premio Nobel de medicina en 1912, el francés Alexis Carrel (1873 - 1944), quien se autodenominaba protector de la especie humana, que fuera apoyado en su trabajo investigativo por el famoso aviador y experto mecánico Charles Lindbergh (1902 - 1974) y prestara servicios tanto en la Fundación Rockefeller (“Rockefeller Medical Institute”) como para el gobierno de Vichy dirigiendo la “Fundación Francesa para el Estudio de los Problemas Humanos”, aportaría avances fundamentales referidos a la cirugía cardiovascular, injertos de tejidos y transplante de órganos y también sostendría la validez de las prácticas eugenésicas. En su obra de 1935, “El Hombre Desconocido”, Alexis Carrel propone la creación de clases biológicas, con los débiles y enfermos en un extremo y los fuertes y capaces en el otro, siendo estos últimos los que podrían vivir largo tiempo, propagar la especie y recibir nuevos órganos cuando fuese necesario, siendo su selección responsabilidad de un consejo de científicos expertos. Expone Carrel: “Las células, lo mismo que los animales, pertenecen a distintas razas… El hombre es el resultado de la heren­cia y del medio ambiente, de las costumbres de vida y de pensamiento que le han sido impuestas por la sociedad moderna… Los descendientes de las ramas enérgicas se hallan ahogados por la multitud proletaria que la industria ha creado a ciegas…

El hombre no soporta sin daño el género de existencia y el trabajo uniforme y estúpido impuesto a los obreros en las fábricas y a los empleados de oficina. En la inmensidad de las ciudades modernas el hombre está aislado y como perdido. Es una abstracción económica, una cabeza del rebaño. Pierde su individualidad. No tiene ni responsabilidad ni dignidad… sólo son polvo anónimo… Debemos rescatar al indi­viduo del estado de atrofia intelectual, moral y fisiológica que han traído consigo las modernas condiciones de vida”. Concluye pues Alexis Carrel: “La eugenesia es indispensable para la perpetuación de los fuertes. Una gran raza debe propagar sus mejores elementos. Sin embargo, en las naciones de civilización más elevada, la reproducción está disminuyendo y produciendo seres inferiores… La eugenesia puede ejercer una gran influencia sobre los destinos de las razas civilizadas… debe evitarse la propagación de los débiles mentales. Podría imponerse quizá un examen médico a las personas que van a contraer matrimonio… La eugenesia pide, pues, el sacrificio de muchos individuos… La libre práctica de la eugenesia podría conducir no solamente al desarrollo de individuos más fuertes, sino a ramas dotadas de mayor resistencia, inteligencia y valor… La sociedad moderna debe alentar, por todos los medios posibles, la formación de mejor material humano… La fun­dación de una aristocracia biológica hereditaria, gracias a la eugenesia voluntaria, sería un paso importante hacia la solución de nuestros actuales problemas… Por primera vez en la historia de la humanidad, una civilización que se derrumba es capaz de discernir las causas de su decadencia. Por primera vez tiene a su disposición la fuerza gigantesca de la ciencia… Nuestro destino se halla en nuestras manos. Ahora, avancemos por el nuevo camino”.

Ludwig Woltmann. Preocupado por la declinación cultural occidental y la degeneración, el marxista Ludwig Woltmann (1871 - 1907) sigue entusiastamente a Darwin y se convierte al eugenismo racial, sosteniendo por consiguiente que sería la selección natural organizada por el Estado aquello que conduciría a la justicia social y reafirmaría la superioridad aria. El socialismo de estado era pues la forma de gobierno más apta para tomar las medidas coercitivas necesarias para un programa eugenésico sano. Woltmann incluía expresamente a los judíos europeos como objeto importante de su programa antidegenerativo. De hecho, después de 1880, y sobre todo después del juicio de Dreyfus en 1893, se consideraba que los judíos eran los principales dege­nerados de Europa. Bajo el microscopio de las teorías de la morbosidad degenerativa, los judíos revelaban una propensión innata a todas las enfermedades de la vida moderna, tales como la histeria, los trastornos nerviosos y la sífilis.

Ernst Haeckel. Por su parte, Ernst Haeckel (1834 - 1919), zoólogo de la Universidad de Jena cuando llevó las teorías darwinianas a Alemania y se convirtió en figura eminente en la eugene­sia y la biología racial de ese país durante el siglo XIX. En su libro más influyente, “El enigma del Universo” (1899), Haeckel proclamó que la civilización moderna, con sus enormes avances tecnológicos y científicos, había adquirido un nuevo carácter evolutivo pero no había realizado ningún progreso en el campo de los principios sociales y morales.

Haeckel observaba que “una inquieta sensación de desmembramiento y falsedad” cundía por Europa en el último año del siglo XIX, suscitando temor a “grandes catástrofes en el mundo político y social”. Según Haeckel, esta inquietud derivaba de la misma raíz que todos los errores que afectan la cultura europea tradicional: tenían su base en la idea antropocéntrica de que el hombre es especial y está al margen del resto de la naturaleza. Señala Haeckel: “La desmedida arrogancia del presuntuoso hombre le ha hecho creer erróneamente que es ‘la imagen de Dios’, dueño de una vida eterna... y poseedor de un ilimitado libre albedrío”.

Por tanto, el hombre moderno debía abandonar “esta ilusión insostenible” y, por tanto, la religión y sus tabúes, especialmente los sexuales, si quería realizar su auténtico destino. El nuevo hombre debía ser uno con la naturaleza y la “ecología”, término inventado por Haeckel. Para él, toda la historia de la civilización occidental era sólo una parte de la “historia de la rama de los verte­brados”, que él dividía en veintiséis etapas evolutivas, desde la formación de las moléculas de carbono hasta el Homo erectus.

Si Charles Darwin había presentado la evolución biológica en función de la selección natural, que era el auténtico mecanismo del cambio en la naturaleza, en la filosofía de Haeckel ocurre  lo contrario. La selección natural, la lucha a muerte por el dominio y el poder, está en función de la evolución, la cual corresponde a un sistema de crecimiento orgánico que impregna toda la naturaleza y que Haeckel llamó “monismo”. De esta forma, el monismo era un vitalismo profun­damente determinista donde todas las fuerzas se desplazaban hacia una sola totalidad, incluida la comunidad humana.

Haeckel fundó así la “Liga Monista”, que pregonó el evangelio de la evolución y la selección natural en los círculos obreros alemanes. En este contexto, Haeckel también se convirtió en vo­cero de la eugenesia como clave para una nueva humanidad unificada y biológicamente apta. No obstante, aunque Haeckel negó enfáticamente que sus opiniones fuesen prototalitarias, la idea de la crianza científica selectiva, la eutanasia y las defensas contra los elementos degenerados tales como los judíos y los negros se convirtieron en imperativos sociales a los cuales debía recurrir el estado moderno para salvar la civilización.

Sin más, teniendo a Ernst Haeckel como presidente honorario, en 1904 se funda la “Sociedad de Higiene Racial”, institución que a comienzos del siglo XX ya tenía más de cien filiales en Alemania. Así, después de la primera guerra mundial, muchos eugenistas y biólogos raciales se sumaban al creciente consenso de que el futuro político de Alemania requería un socialismo de Estado. Sostenían que una de las prioridades de ese Estado futuro tendría que ser una política eugenista de “selección controlada” para preservar la raza alemana.

Heinrich von Treitschke. Heinrich von Treitschke (1834 - 1896)
afirmará que el Estado es una comunidad moral que está llamada a educar la raza para convertirse en una nación con un verda­dero carácter nacional. Por tanto, para von Treitschke, estructurar un Estado es el más alto deber moral de una nación. El egoísmo social debía cesar y las personas deberían llegar a sentirse parte del cuerpo nacional. Aún más, la posesión más importante de un Estado es su energía, razón por la cual es deber del Estado aumentar su energía. En definitiva, von Treitschke postula que el Estado es la base de toda la vida nacional. Con todo, el individuo carece del derecho a mirar al Estado como medio para lograr sus propias ambiciones de vida. Asimismo, toda actividad del Estado es sabia y beneficiosa si promueve la independencia de los hombres libres y del razonamiento.
Por extensión, según von Treitschke, un Estado que no es capaz de formar y mantener una orga­nización externa, merece fallecer. En esta perspectiva, von Treitschke postula que la idea de la paz perpetua es una ilusión propia de caracteres débiles. Entonces, la guerra siempre es una drás­tica medicina para la raza humana, de modo que la debilidad nacional es un pecado del Estado. En este contexto, von Treitschke reconoce que los judíos han desempeñado un papel necesario en la historia alemana, debido a su capacidad en la gerencia del dinero. Sin embargo, von Treits­chke aprecia que ya no son necesarios. Advierte asimismo que el judío internacional, ocultado tras la máscara de distintas nacionalidades, es una influencia desintegradora.

Julius Langbehn.
En su escrito “Rembrandt como educador”, donde presenta al pintor como ejemplo de un pueblo inteligente, Julius Langbehn (1851 - 1907) considera el arte como una fuerza irracional y antiintelectualista a oponer a la razón y cientificismo burgués. Esta fuerza o poder está naturalmente enraizado en el alma colectiva del pueblo, y se manifiesta como expresión del genio popular y la fuerza vital de la nación. Y ya que el arte es lo verdadero, éste debe ser el basamento inalienable al que debe estar sometida la política. El arte es el genio del pueblo y la política debe respetar ese genio y convertirse en su servidora. Langbehn considera así que la decadencia artística es la decadencia provocada por la sumisión a los políticos bur­gueses y a su culto materialista y vulgar de la eficiencia económica. Langbehn proyecta pues un humanismo radical en el corpus doctrinal de los movimientos de juventud. Estazblecía además Langbehn: “Los judíos son un pueblo mucho más viejo que los alemanes.  Representan… la etapa de desarrollo del individuo que se describe como viejo, astuto y malig­no… No hay niños judíos; todo judío actual nace viejo. Es moralmente, como lo era físicamente su antepasado Isaac, un producto de la vejez. El judío moderno no tiene religión, ni carácter, ni patria… Es un pedazo de humanidad que se ha vuelto agrio. El espíritu ario de la infancia reac­ciona… ¡La juventud contra los judíos!”.

Willhelm Schallmayer.
Desde 1891, el bávaro Willhelm Schallmayer había estado haciendo advertencias sobre la “degeneración física que amenaza al hombre civilizado”. Expresaba la idea de que no podía dependerse de la selección natural como base de la “perfectibilidad” y progreso social. Según este punto de vista, la naturaleza necesitaba ser guiada y asistida por alguna forma de selección social. En este sentido, Schallmayer advertía que la selección social se estaba rea­lizando ya en el sentido equivocado en razón de los programas de reformas sociales ayudaban a sobrevivir a individuos que de otro modo no podrían hacerlo. Por tanto, Schallmayer consideró un programa eugenésico destinado a controlar determinados aspectos de la conducta humana, siendo su propuesta principal el establecimiento de un sistema de asesoramiento y examen pre­matrimonial. Según su propuesta, el permiso para contraer matrimonio sería denegado cuando un médico dictaminase la presencia de rasgos hereditarios o enfermedades “indeseables” en la pareja o en uno de los contrayentes.

Alfred Ploetz. En este contexto, el médico y biólogo seguidor de Galton y Spencer, Alfred Plo­etz (1860 - 1940), introdujo el concepto de “higiene racial”. En 1895 publicó “La excelencia de nuestra raza y la protección de los débiles”, sosteniendo que un humanismo mal dirigido estaba amenazando la calidad de la raza al alentar la protección de sus miembros más débiles. Ploetz concurrió a la fundación de la “Sociedad de Higiene Racial” y creó el periódico “Archivo de Bio­logía Social y Racial”, que se convirtió en órgano principal del movimiento alemán de higiene racial o eugenesia. Ploetz acuña asimismo la expresión “selección controlada” o tecnocrática de las personas inteligentes, de manera que las personas de una sociedad civilizada pudieran propa­gar la especie sin temor a la catástrofe genética, incluida la degeneración. Disponía que un panel de médicos debía decidir sobre si el niño debía vivir o morir (dosis de morfina).

Ernst Rüdin. Siguiendo a su cuñado Alfred Ploetz, desde fines del siglo XIX el psiquiatra y genetista suizo, Ernst Rüdin (1874 - 1952), divulgaría la noción de “higiene racial”. En 1916 establecería el campo de la “biología hereditaria psiquiátrica”, concepto que evolucionaría al de “genética psiquiátrica” en los años treinta. Además enseñaba tanto el valor de la raza nórdica en tanto factor “creador de cultura” como previene socialmente respecto del peligro de los defectos hereditarios. Indica Rüdin: “Quienquiera que no esté física o mentalmente apto no debe traspa­sar sus defectos a sus niños. El Estado solamente debe cuidar de los niños aptos”. Ernst Rüdin intervendría en la Sociedad Alemana de Higiene Racial, dirigiría el Instituto Kaiser Wilhelm en Berlín y Munich, el Instituto Planck y además sería director del Departamento Genealógico - De­mográfico del Instituto Alemán de Psiquiatría entre 1917 y 1945. En 1933, una vez establecido el régimen nacional - socialista en Alemania, Rüdin fue designado por el Ministerio del Reich para conducir el programa de pureza racial. Las investigaciones de Ernst Rüdin fueron apoyadas por la Fundación Rockefeller.

Alfred Jost.
En 1865, Alfred Jost publicó la obra “El Derecho a la Muerte”, sosteniendo la tesis de que la “solución final” al “problema de la población” es “responsabilidad” del Estado. Afirmó Jost que el Estado tiene el “derecho natural” a eliminar a los individuos indeseables para “guar­dar la nación, el organismo social vivo y sano”.

Eugen Fischer, Fritz Lenz y Erwin Baur.
El profesor de antropología, Eugen Fischer (1874 - 1967), sostenía la superioridad racial alemana y llegó a ejercer la dirección del “Instituto Kaiser  Wilhelm” para la antropología, la enseñanza hereditaria y eugenésica, creado en 1927. Después de un trabajo de investigación, en 1913 proclamaría la prohibición absoluta de uniones mixtas en las colonias africanas de Alemania. Además, junto con Fritz Lenz (1887 - 1970), quién sostenía que la raza era el “último principio de valor”, procurarían la esterilización de los “bastardos de Renania”, vale decir, de los descendientes de mujeres alemanas y soldados coloniales africanos o asiáticos, durante la ocupación de Renania entre 1920 y 1927. Luego, en 1921, Eugen Fischer, junto a Fritz Lenz y Erwin Baur, en dos volúmenes publican la obra “Herencia Humana e Higie­ne Racial”, obra que fue detenidamente leída por Adolf Hitler. Así entonces, este texto serviría como base para el programa de esterilización que el nazismo aplicó en Alemania. Además, uno de los estudiantes del doctor Fischer, el también médico Hendrik Verwoed, redactaría las normas del régimen de “apartheid” en África del Sur. Cabe tener presente que los estudios de genética y genealogía que Eugen Fischer realizó hasta fines de la década de 1920, fueron financiados por la Fundación Rockefeller. En 1933, Eugen Fischer fue nombrado como rector de la Universidad de Berlín y actuó como consultor gubernamental para asuntos raciales desde el “Comité de Exper­tos sobre Demografía y Política Racial”.

Charles Davenport
. En Estados Unidos, el biólogo y profesor de zoología en la Universidad de Harvard, Charles Benedict Davenport (1866 - 1944), en 1910 funda en Long Island la Oficina de Registro sobre Eugenesia. Davenport promovió la eugenesia basándose en sus estudios sobre las leyes de la herencia, recibiendo apoyo de importantes empresas estadounidenses y de entidades como la Fundación Carnegie. En el texto “Travesía de la Raza” (1929), el genetista advertía que el entrecruzamiento entre blancos y negros implicaba la degradación biológica y cultural de la raza blanca. En tanto el texto fue utilizado por muchos años en la Universidad de Harvard, al año siguiente de su publicación, Davenport fue incorporado a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

Julian Huxley.
Julian Huxley (1887-1975), biólogo y ensayista inglés que será nombrado caba­llero del reino (Sir), es uno de los más eminentes representantes del materialismo evolucionista contemporáneo. Conforme a su creencia se hace miembro del consejo de la Sociedad Eugené­sica en 1931, siendo su vicepresidente entre 1937 a 1944 y presidente de 1959 a 1962. Julian S. Huxley también se integra al comité ejecutivo de la Sociedad Eutanásica y vicepresidente de la Asociación por la Reforma de la Ley de Aborto (pro-aborto), de 1969 a 1970.

Sir Julian Huxley consigna así: “La Historia se funda hoy en la prehistoria y, a su vez, ésta se funda en la evolución biológica. Nuestra escala del tiempo ha sido modificada profundamente. Si mil años son un período breve para la Prehistoria... para la evolución significan un período insignificante, pues ésta cuenta por períodos de centenas de millones de años. Y el porvenir se extiende en la misma proporción que el pasado... La vida había progresado ya desde antes de que el hombre hubiese aparecido. Y el hombre nació por el progreso de la vida… El progreso biológico no necesita un agente especial. En otros términos, no exige intervención de un propó­sito divino”.

Huxley sostiene el concepto de “transhumanismo” en términos de que “el hombre es el más ele­vado producto de la evolución, hasta la fecha”, lo cual es “consignar un simple hecho biológico”. Agrega entonces: “El hombre es un fenómeno natural como un animal o una planta; que su cuerpo, mente y alma supernatural no fueron creados sino que éstos son los productos de la evolución, y  que él no está bajo el control o dirección de ningún ser o seres supernatural, tienen que confiar en sí y sus propias energías… El hombre es el único agente de su propio destino y el único que tiene a su cargo el progreso de la vida”.

En este contexto materialista radical, Huxley agrega: “Por grupo social problemático entiendo a esa gente de las grandes ciudades, demasiado conocida por los trabajadores sociales, que parece desinteresarse de todo y continuar simplemente su existencia desnuda en medio de una extrema pobreza y suciedad. Con demasiada frecuencia deben ser asistidos por fondos públicos, y se vuelven una carga para la comunidad. Desgraciadamente, tales condiciones de existencia no les impiden seguir reproduciéndose, y sus familias son en promedios muy grandes, mucho más grandes que las del país en su conjunto. Diversos tests, de inteligencia y de otro tipo, revelaron que tienen un coeficiente intelectual muy bajo, y que están genéticamente por debajo de lo normal en muchas otras cualidades, como la iniciativa, el interés y afán general exploratorio, la energía, la intensidad emocional y el poder de la voluntad. Esencialmente, no son culpables de su miseria e imprevisión. Pero tienen la mala suerte de que nuestro sistema social abona el suelo que les permite crecer y multiplicarse, sin otra expectativa que la pobreza y la suciedad. Aquí también podría ser útil la esterilización voluntaria. Pero yo pienso que nuestras mejores esperanzas deben apoyarse en el perfeccionamiento de nuevos métodos de control de nacimientos, sencillos y aceptables, ya sea por contraceptivos orales, ya sea, quizá preferentemente, por métodos inmu­nológicos que exigirían inyecciones”.

Precisa Sir J. Huxley: “Ahora debemos estar listos a abandonar la hipótesis de Dios y sus coro­larios como la revelación divina o las verdades inalterables, y a cambiar de una posición sobre­natural a una posición naturalista del destino humano…La generalización... de Darwin sobre la selección natural, hizo posible y necesario eliminar la idea de que Dios guía las fases de la vida evolutiva. Finalmente, las generalizaciones de la psicología moderna y de las religiones compa­radas, hicieron posible, y necesario, eliminar la idea de que Dios guía la evolución de la especie humana mediante la inspiración o alguna otra forma de dirección sobrenatural... Freud, agregado a Darwin, alcanza a darnos una idea general filosófica... (Si el individuo) quiere aplicar sus valo­res morales, aparentemente absolutos, a situaciones particulares, tales valores exigirán la ayuda constante del relativismo... No se debe matar: pero es menester analizar de manera racional si ese principio concierne a la guerra, a ciertos casos de suicidio y de aborto, a la eutanasia y a la regla­mentación de la natalidad... La sociedad debe utilizar racionalmente un mecanismo irracional para crear el sistema de valores que ella desea”. Precisa Julien Huxley: “La visión evolucionista nos permite distinguir las líneas generales de la nueva religión que, con toda seguridad, surgirá para responder a las necesidades de la próxima era… El mundo la espera”.

Es con este fundamento que Sir Julian S. Huxley se convierte en el primer secretario general del Consejo para la Educación, la Ciencia y la Cultura de la Organización de las Naciones Unidas (UNESCO), de 1946 a 1948. Reveladoramente, sir Julian S. Huxley también actúa como funda­dor del “Fondo Mundial para la Vida Salvaje” (World Wildlife Fund, WWF). Además, Julian S. Huxley tuvo cuatro hijos; uno de ellos fue Aldous Huxley, el autor del libro “Un mundo feliz”, sistema soñado por la Sociedad de Eugenesia.

El discípulo de Julian Huxley, el médico inglés Charles P. Blacker, quien llegó a ser presidente de la Sociedad Eugenésica, se convierte en miembro de la Comisión Real sobre la Población, es su delegado en la Conferencia Mundial sobre la Población de 1954 y se convierte en asesor en cuestiones sociales y poblacionales del Ministerio de Salud en 1958. En 1959 también llega a ser presidente administrativo de la eugenista “Federación Internacional de Planificación Familiar” (1952, Margaret Sanger). En un informe de la Sociedad Eugenésica emitido durante ese año, referido a los experimentos nazis realizados en personas vivas para desarrollar un método eco­9 nómico de esterilización de masas, el doctor Charles P. Blacker concluye que, en tanto dichos métodos no funcionen, “sería perfectamente apropiado continuar la experimentación con alguna de las drogas esterilizantes que fueron utilizadas por los médicos nazis”.

John Keynes. Lord John Maynard Keynes (1883-1946), economista inglés esencialmente anti-cristiano y fundador de la Sociedad Eugenésica en la década de 1930, es el elaborador de la doctri­na keynesiana, que preconiza el control de la economía liberal por el Estado. Lord John M. Keynes fue el primer director del Banco Mundial en 1946 (“International Bank for Reconstruction and De­velopment”). En la India, durante la hambruna de 1966, los préstamos del Banco Mundial estaban condicionados a la implementación de una política de control de nacimientos (aborto, esterilización y contracepción).

Eugenesia en Alemania. Siguiendo la política eugenésica definida desde el siglo XIX, los le­gisladores de la liberal República de Weimar, para demostrar preocupación pública respecto de la degeneración racial, en enero de 1920 aprueban una “Ley de Asesoramiento Matrimonial”, complementada con indicaciones que subrayaban los peligros hereditarios de padecimientos ta­les como la tuberculosis, enfermedades venéreas y la debilidad mental.

Luego, en el marco de la política del nazismo durante el siglo XX, el 14 de julio de 1933 el go­bierno alemán dicta la “Ley para la Prevención de la Progenie Genéticamente Enferma”, siendo promulgada en noviembre de 1933 y entró en vigor el 1 enero de 1934. La ley dicta: “Toda per­sona afectada de una enfermedad hereditaria podrá ser esterilizada por medio de una operación quirúrgica si, con arreglo a las experiencias de la ciencia, es de suponer con la mayor probabi­lidad que los descendientes de estas personas estarán afectos de males hereditarios graves que influyan en su constitución mental o corporal”. Precisa la norma legal: “Son considerados como atacados de una enfermedad hereditaria, en el sentido de esta Ley, todas las personas afectadas de una de las siguientes enfermedades: Imbecilidad congénita, esquizofrenia, folia circular (ma­nía depresiva), epilepsia hereditaria, mal de San Vito hereditario (Corea de Huntington), ceguera hereditaria, sordera hereditaria, graves deformidades físicas hereditarias. Pueden ser igualmente esterilizadas todas las personas sujetas a crisis graves de alcoholismo”. Determina asimismo la ley: “Puede hacer la petición de esterilización el que haya de ser objeto de la misma.... su repre­sentante legal... el médico oficial (y) para los individuos internados en un hospital, sanatorio o asilo o en una casa de corrección, el director del establecimiento respectivo... La solicitud debe ser hecha ante el Tribunal Eugenésico, ya sea por escrito, o verbalmente... El Tribunal Eugené­sico estará adscrito a un juzgado de primera instancia...”.

Aún más, la “Ley de Sanidad Matrimonial” dictada en Alemania el 29 de Noviembre de 1935 establece un reglamento que dispone: “El otorgamiento del Certificado de aptitud matrimonial es una parte de la “Eheberatung” y se entrega por la oficina de sanidad competente (consultorio de eugenesia). Por “Eheberatung” se entienden todas las funciones diversas ejercidas por una especie de consultorio que abarca todas las cuestiones del matrimonio, consejos prenupciales, de puericultura, economía doméstica... Para obtener el certificado de aptitud matrimonial, cada uno de los contrayentes se hará examinar en la oficina de sanidad en cuya jurisdicción tiene su domi­cilio... La oficina de sanidad puede negar el otorgamiento del certificado de aptitud matrimonial, si los contrayentes no acatan debidamente las exigencias de dicho organismo de presentar las pruebas necesarias para juzgar sus casos... Si la oficina de sanidad tuviera conocimiento de impe­dimentos matrimoniales, según cláusula 1 de la ley, posteriores al otorgamiento del certificado, puede anular dicho certificado, siempre que la boda no se haya realizado... Todo contrayente puede apelar al Tribunal de Sanidad Hereditaria contra la negación o la anulación del certificado de aptitud matrimonial”.

William Shockley. El británico William Bradford Shockley (1910 - 1989), Premio Nobel de  Física en 1956, profesor en la Universidad de Stanford y fundador de la empresa que daría origen a lo hoy es el valle de Silicon en Estados Unidos, se concentró en la investigación de la disgenia, esto es, la evolución inversa o involución causada por la reproducción excesiva de los que tienen desventajas genéticas. A finales de los años sesenta, Shockley sostuvo la existencia de diferencias genéticas entre las razas, implicando con ello la existencia de razas genética e intelectualmente inferiores. Conforme a los postulados de Shockley, los test de inteligencia mos­traban un factor genético en la determinación de la capacidad intelectual, revelando que los afro-estadounidenses eran inferiores a los estadounidenses caucásicos, así como que la mayor tasa de reproducción entre los primeros tuvo un efecto regresivo en la evolución. Shockley propone entonces que las personas con coeficiente intelectual bajo los 100 puntos debían ser esterilizadas. Aún más, consideraba que las fundaciones privadas debían ofrecieran dinero a aquellas personas con hemofilia y epilepsia para que accedieran a ser esterilizadas. Esto contribuiría, según él, a detener “el brutal mecanismo de eliminación de la evolución”.

Robert Graham. Si el filósofo del pesimismo sistemático, Arthur Schopenhauer (1788 - 1861), planteaba claramente en el siglo XIX: “La especie humana está para siempre y por naturaleza condenada al sufrimiento y a la ruina… Si gustáis de planes utópicos, os diré que la única so­lución del problema político y social sería el despotismo de los sabios y de los justos, de una aristocracia pura y verdadera, obtenida mediante la generación por la unión de los hombres de sentimientos más generosos con las mujeres más inteligentes y agudas”, en el siglo XX, entre otros tantos contemporáneos, Robert Klark Graham (1907-1997), eugenista y hombres de nego­cios estadounidense que hiciera millones desarrollando las lentes plásticas inastillables, concibió un plan maestro: salvar a la humanidad usando el esperma de los genios. Robert Klark Graham creía que “seres humanos retrógrados” estaban reproduciéndose sin control y quería revertir esta tendencia produciendo miles de genios, originados por las mentes más deslumbrantes del plane­ta. Reconociendo que aunque los principios del proyecto no eran populares pero postulando que éstos si eran sensatos, hacia finales de la década de los años setenta, en un búnker subterráneo ubicado en un rancho cerca de San Diego, el millonario creó el banco de esperma: “Repository for Germinal Choice”, conocido como el banco de esperma de genios. Representando según él una forma de eugenismo positivo que aprovechaba las posibilidades de la genética, la meta era la mejora genética de la población humana mediante la concepción y crianza selectiva a partir de genios.

Frederick Osborn (1889 - 1981), estadounidense miembro del consejo consultor de la Sociedad Americana de Eugenesia, fundador junto con John D. Rockefeller del “Consejo sobre Población” que realiza campañas pro-aborto, promotor de la creación de centros de capacitación demográfi­ca en la ONU y gestor después de la segunda guerra mundial de una substitución estratégica del eugenismo por el cripto-eugenismo, ya establecía que, “absteniéndose de argumentar pública­mente en favor del eugenismo”, se procurará “buscar a los individuos genéticamente valiosos... tratando al mismo tiempo de reducir los nacimientos de quienes lo son menos”. Frederick Osborn dirá: “Cuando la planificación familiar se ha extendido a todos los miembros de la población y los medios eficaces de contracepción son fácilmente disponibles... Las parejas tendrán un núme­ro de hijos acorde con sus ingresos, es decir, acorde con el valor de su calidad social”. Friedrich Nietzsche ya concebía a “los óvulos como gérmenes de nueva sociedades y unidades”.

Peter Sloterdijk. Peter Sloterdijk (1947), filósofo y catedrático alemán que hace suyas las pro­puestas de filósofos Nietzsche y Heidegger, que estudió en India con el gurú Rajneesh (luego lla­mado Osho), que llamó “ciencia melancólica” a la Escuela de Frankfurt y que es partidario de una Europa sólida y no sometida a las derivas de las potencias exteriores, sin más es presentado como “un visionario… (el) nuevo y genial Nietzsche… la nueva estrella de la filosofía mundial, que diri­ ge la Universidad de Karlsruhe”. En este contexto, siendo Sloterdijk conocido por su obra: “Crítica de la razón Cínica”, texto de 1983 en el que muestra los mecanismos modernos de dominación, desde la política a la cultura, de la economía a la pedagogía, éste ha de plasmar su idea fundamental en la publicación: “Reglas para el Parque Humano”. En el marco de una era biotécnica avanzada, caracterizada por los experimentos y la manipulación genética, el documento postula una política eugenésica destinada a controlar la selección de seres humanos por vía de la cría biogenética, guia­da ésta por una “voluntad de poder” capaz de superar el callejón sin salida al que ha conducido el fracaso de la reforma moral del hombre emprendida por la Ilustración.

Así entonces, habiendo presentado la versión inicial de su tesis en junio de 1997 en un encuen­tro sobre la actualidad del humanismo (Basilea), luego refrendada en la conferencia que dio en julio de 1999 en el marco del coloquio titulado “La filosofía en el final del siglo” (Baviera), y finalmente publicada en septiembre del mismo año, el materialista Peter Sloterdijk reclama una revisión genético-técnica de la humanidad.

Abordando el problema del humanismo bajo la forma de una respuesta a Heidegger (1946), teniendo presente las ideas de Platón sobre el Estado como parque zoológico humano, donde una elite de sabios planifica la vida de los hombres como si de una empresa se tratara, y sistema­tizando las costumbres de diversas culturas en las que se eliminan a los hijos defectuosos según criterios anatómico fisiológicos, Sloterdijk plantea que “las fantasías de selección biopolítica han tomado el relevo de las utopías de justicia”, de modo que al destacar los medios y posibilidades que ofrece la biotecnología, sugiere formular un “código antropotécnico”, dejando abierta la posibilidad a una “antropotecnología” en la que pueda cambiarse el “fatalismo del nacimiento” por un “nacimiento opcional” y una “selección prenatal”. Explícitamente Sloterdijk expresa: “Si a la larga sería posible algo así como la planificación explícita de las características para todo el género (humano) y si el nacimiento opcional (junto con la otra cara de la moneda: la selección prenatal) podría convertirse, para todo el género humano, en un hábito reproductor”.

Peter Sloterdijk se pronuncia entonces a favor de formar un “parque zoológico humano” con­trolado por la tecnociencia como elemento de planificación de todos los órdenes de la vida, en particular de un orden conforme a la selección de los más aptos. Abonando sus argumentos, Sloterdijk cita el caso del derecho al aborto que ya rige en Europa y en Estados Unidos.

William Gates. El abogado y filántropo William Henry Gates I participó en los congresos in­ternacionales de eugenesia de 1921 y 1932, reunidos en Nueva York. Si bien William H. Gates actuó complementariamente en la conferencia mundial de población de 1927, cuya promotora fue Margaret Sanger (fundadora de la IPPF) y que contó con el apoyo de la Sociedad de Nacio­nes, en 1930 éste ingresa formalmente a la Sociedad Eugenésica Americana. Como propósito declarado, las sociedades eugenésicas de Estados Unidos e Inglaterra procuraban la esteriliza­ción de los individuos de poco valor cívico o de aquellas “personas manchadas por su origen”. William Henry Gates II, hijo del anterior, directivo de Paternidad Planificada, la filial de la IPPF en EE.UU. es el padre de William (Bill) Gates, el organizador de la multinacional tecnológica “Microsoft” (junto a Paul Allen en 1975).

Entonces, con los recursos derivados del multimillonario negocio computacional, Bill Gates orienta su intervención hacia la “salud internacional” y a este efecto constituyó tanto la Fun­dación William H. Gates (en honor a su padre) como la Fundación Bill y Melinda Gates. Esta última Fundación define un “plan de salud global” y, para su ejecución, convierte en sus ejecu­tivos a Gordon Perkin, consultor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el área de “estrategias en reproducción humana, salud internacional y planificación familiar”, y a William Foege, ex director adjunto del Centro para el Control de Enfermedades de los Estados Unidos. Es más, el mismo Bill Gates se incorpora al directorio de la recientemente estructurada “Alianza Global para la Vacunación e Inmunización” (GAVI), organización que incluye a representantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), UNICEF, el Banco Mundial, la Fundación Ro­ckefeller y los laboratorios productores de vacunas.

Paul Virilo. Al transcurrir el tiempo, en un mundo que concibe “forcluido, es decir, en el en­cierro”, el filósofo y urbanista ácrata - deconstruccionista francés Paul Virilo (1932), uno de los líderes de la revolución de los años sesenta, postulará la “política de lo peor”. Advierte Virilo: “En el mundo transpolítico… la guerra ya no es lo que es… (Aunque) aún se pueden encontrar buenas masacres… para satisfacer nuestra cuota cotidiana de violencia. Pero, en su mayor parte, se ha desplazado del fragor de los campos de batalla para entregarse a un proceso bien delineado de preparación y organización… La “sorpresa tecnológica”… ha engendrado una economía de guerra que prolonga la guerra por otros medios tanto en tiempos de guerra como en época de paz… La guerra ya no se encuentra en la guerra misma… sino enclaustrada en los laboratorios respetables y en las agencias de investigación bien financiadas”.

Recordando que fue Einstein quien distinguió entre la bomba atómica, la bomba informática y la “bomba genética”, Paul Virilo entiende que la humanidad enfrenta “el fin del hombre como fuerza de trabajo, en provecho de la máquina… el fin del hombre como productor, el fin del hombre como progenitor, (pues) vamos hacia el engeneering, los bebés de probeta, el tráfico de esperma… los clones… Después de la revolución de los transportes y la revolución de las trans­misiones, ahora, en el siglo XXI, comienza la revolución de los trasplantes intraorgánicos…”. Según Virilo, todo esto sujeto a “la idea de una eugenesia para crear hombres y mujeres de mayor rendimiento”, razón por la cual “la genética está en vías de convertirse en uno de los pilares de las grandes firmas multinacionales y biotecnológicas”. En definitiva, se trata de la “génesis de la industrialización del organismo viviente, la industrialización de la especie misma”. Es la even­tualidad del “superracismo”, ya que hasta el racista, al afirmar la existencia de razas superiores e inferiores, aún a estas últimas las reconoce humanas.

Estima Virilo: “Creo que (el doctor) Mengele (campos de concentración nazi) es un personaje que los grandes laboratorios farmacéuticos quisieron ocultar porque lo habían patrocinado… Dejamos muy atrás la biología para adentrarnos en el reino de la teratología, es decir: la creación de monstruos… Todo lo que está pasando ahora en genética tiene una única referencia: la euge­nesia”. Aprecia además Virilo: “Para la biogenética el asunto va a ser pasar a una eugenesia total, a una eugenesia absoluta, una eugenesia del perfeccionamiento… Apunta a crear un hombre nuevo”. Finalmente sentencia el deconstruccionista Paul Virilo: “Nosotros… que somos útero, nacimos de la suciedad del semen y de la secreción vaginal. ¡Qué horror! Somos sucios… Es el fin del hombre. El fin de la humanidad. Estamos ante una época apocalíptica”.

Un caso singular: Eugenesia en Chile, antecedentes históricos
El impacto de la política eugenésica asumida por los principa­les sistemas gubernamentales trascendería Europa y Estados Unidos. De hecho, aún una década antes de las leyes alemanas, en Chile se dicta el decreto ley Nº 355, del 21 de marzo de 1925. En esta norma legal se establece que “es función del Gobierno luchar contra las enfermedades y costumbres susceptibles de causar degeneración de la raza y adoptar los medios que juzgue ade­cuados para mejorarla y vigorizarla”. Se dispone por tanto la constitución de una “División de Higiene Social”, dependiente del Ministerio de Higiene, Asistencia, Previsión Social y Trabajo. El decreto ley establece pues que confiere a la “División de Higiene Social el cuidado de la raza”. A este efecto la norma legal considera el establecimiento de una estructura nacional basada en “Brigadas de Higiene Social”. Se dispone así mismo la organización de una “policía sanitaria”. Aún más, se decreta que “los varones que desearen contraer matrimonio deberán presentar al oficial del registro civil, respectivo, un certificado de salud, dado por la autoridad de higiene so­cial… sin cuyo requisito (el) funcionario no podrá proceder a la celebración del matrimonio”.

Asimismo, en el mensaje presidencial del 21 de mayo de 1939, el Presidente Pedro Aguirre Cerda, líder de la alianza comunista - socialista - radical del “Frente Popular”, proclama: “Os conjuro a creerme que sabré respetar fielmente mi juramento Constitucional y que será mi pre­ocupación constante fortificar la raza”. Luego, teniendo a la vista la experiencia de “Dopolavo­ro” de la Italia fascista y después la de “Kraft durch Freude” en la Alemania nazi, en Chile nace la iniciativa oficial denominada: “Institución para la Defensa de la Raza y aprovechamiento de las Horas Libres”. El decreto orgánico N.° 4.157, del 18 de Agosto de 1939, establece: “Consi­derando: Que es deber del Estado velar por el desarrollo y perfeccionamiento de las cualidades que constituyen las virtudes de la raza; Que estas virtudes pueden fortalecerse especialmente por el ejercicio de la cultura física y la enseñanza de la vida del hogar y la relación social... Decreto: Artículo 1° - Crease una institución nacional que se denominará Defensa de la Raza y Aprove­chamiento de las Horas Libres... Las finalidades de esta institución, serán las siguientes: cultivo de la conciencia del valer nacional y del honor patrio; práctica de la cultura física como medio de conservar el vigor y la aptitud para el trabajo; observancias de las costumbres higiénicas; culto al trabajo, a la paz y a la solidaridad humana; estímulo del sentimiento de la dignidad y de la superación del individúo en la vida ciudadana y del hogar; y aprovechamiento de las horas libres por medio de entretenimientos y actividades honestas y educativas. Esta institución dependerá directamente del Presidente de la República”.

En el correspondiente discurso, el Presidente de la República, Pedro Aguirre Cerda, indica: “Conciudadanos: Comprendo, sí, que hay ideas básicas en las cuales coinciden o deben coin­cidir la colectividad toda… Entre estos sentimientos patrióticos está el amor a la raza, a la raza chilena, a ese conjunto social que para nosotros es todo nuestro orgullo, que lo admiramos y queremos, a pesar de los defectos que pudiera tener, como se quiere a la madre y a la bandera... Fortificar, pues, la raza, formarla sana y pujante, proporcionarle la alegría de vivir; el orgullo de sentirse chileno, es un sentimiento que nadie debe negar a nadie, cualquiera que sea el medio que unos u otros conceptúen como el más apropiado”.

También en esta perspectiva se establece un proyecto de ley de educación física. Entendiendo que se trata de una “campaña sagrada en favor de la fortificación de nuestra raza”, se define la “educación física (como) parte integrante de la educación general y debe ser atención preferente del Estado en cuanto propende a la salud y vigor del pueblo. La Educación Física será obligatoria para los escolares de uno y otro sexo y deberá ser impartida a los no escolares que la presente ley señala. Establécese como obligatorio el control biotipológico… La Junta Central de Benefi­cencia Pública y Asistencia Social pondrá a disposición del Ministerio de Educación Pública con cargo a la suma que se encuentra acumulada en su poder la construcción del Instituto de Reedu­cación Mental”. Del mismo modo, en 1940, hasta la organización comunista “Comité Popular del Deporte” celebraba la creación del comité oficial “Pro Salvación de la Raza”.

A la época, el juez de menores de Valparaíso, Luis Vicuña Suarez, postulaba: “(Llega) el mo­mento de recordar a tanto criminal inconsciente que no hay derecho alguno para crear y seguir creando ciudadanos de sanatorio; vidas indefensas e inermes en medio del mundo fiero donde, a mayor acumulación de Códigos se contrapone más brutal predominio de la fuerza; y a mayor suma de asistencia social cobran más impía recrudescencia los fueros del lobo y las leyes de la selva. ¿No tenemos -Ud. médico y yo Juez-, la historia fichada de familias marcadas con el prontuario del “vermoulu” inscrito en su principio germinal y que han desenvuelto sus obscuras existencias larvadas en la colmena de nuestra ciudad común, ambulando con fardos de dolor en­tre el Consultorio del Seguro Obrero los Juzgados penitenciales y el Lazareto, como en un ansia, inconsciente de regresar a la Nada?”.

Agregaba el juez Vicuña Suarez: “Toda la piedad y la compasión del mundo para ellas, pero ¡qué gran negocio para la sociedad si no existieran esas frecuentes aleaciones de histeria y de males venéreos! ¡Y qué ganancia para la contabilidad del bienestar humano si el manantial de tanto su­frimiento hubiera visto cegada su fuente! Por lo mismo que se ama a los que sufren, se desea con fervor que no hubieran comenzado a padecer; y ese sentimiento se traduce científicamente en el vocablo... Eugenesia”. Postula por tanto: “Eugenesia, antes que lástima... Eugenesia, primero y mejor que allanamientos y carcelazos... Eugenesia, más interesante y más lógica que el veronal o la morfina, para esos pobres degenerados “de boite” presuicidas que mitigan falsamente las taras con que sus padres los pusieron sobre el mundo, imaginando acaso que los indemnizaban de verdad dejándoles dinero para cubrirlas... Conciencia eugenésica, valdría emanciparla de una servidumbre de mortal ceguera y levantar saludablemente los declives en que verifica su evolu­ción biológica e histórica”.

La Segunda Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicicultura, celebrada en Buenos Aires, Argentina, el año 1934 acordaría, entre otras mociones: “Considerando que las cualidades propias de cada nación y las generales de América están condicionadas por las características del estado social y, sobre todo, biológico de su masa pobladora, y que el conocimiento de estas cualidades es esencial para el presente y, sobre todo, para el porvenir del continente, resuelve:... Que se solicite de la Unión Panamericana, en la forma más respetuosa, que proceda a organizar y mantener en su “Oficina Principal un Instituto de Investigaciones de la Población Americana”, que se dedicará a dicho estudio en sus aspectos históricos, geográficos, antropológicos, esta­dísticos, económicos, culturales y eugenésicos”. Un afiche de chileno de la época destinado a la enseñanza popular proclama: “¡Piensa! La embriaguez lleva a la… degeneración de la raza. Dirección General de Información y Cultura”.

Sin más, durante 1933, el socialista y masón, Salvador Allende Gossens, publica su memoria de título profesional titulada: “Higiene Mental y Delincuencia”, en la que estima que una de las causas de la delincuencia es “la raza”, y en razón de ello precisa: “Los hebreos se caracterizan por determinadas formas de delito: estafa, falsedad, calumnia y, sobre todo, la usura... Estos datos hacen sospechar que la raza influye en la delincuencia... La revolución - agrega Allende - es un ‘delito colectivo patológico’ y un revolucionario es en realidad un psicópata peligroso, tanto más cuanto que los movimientos masivos y violentos que él genera provocan locuras colectivas peli­grosamente contagiosas”.

En 1939, en calidad de Ministro de Salud, Salvador Allende anuncia al país el tratamiento obliga­torio contra alcoholismo, alcaloides y enfermedades venéreas como parte del “trípode legislativo en defensa de la raza”. El proyecto de ley sobre contagio venéreo del 8 de noviembre de 1939 disponía la obligatoriedad del tratamiento y certificado prenupcial. En éste se consigna: “Del Cer­tificado prenupcial: Las personas que padezcan de una enfermedad venérea en peligro de contagio no podrán contraer matrimonio. Los Oficiales del Registro Civil no autorizarán la celebración de matrimonio si los contrayentes no acompañaren un certificado de salud venérea, otorgado por el organismo respectivo del Consejo Nacional de Salubridad... El que contagiare a otra persona de un mal venéreo sufrirá la pena de reclusión… Se refiere a la conservación de la virilidad y de­sarrollo de la raza, a la salud de los habitantes y a un sinnúmero de hechos sociales que pueden considerarse fatales dentro del desenvolvimiento del estado sanitario de la nación”.

Anuncia asimismo un programa de “esterilización de los alienados mentales” cual instrumento de acción en “defensa de la raza con aspecto coercitivo compuesto por medidas eugenésicas ne­gativas” que, si bien no alcanzó a debatirse en el Congreso, de hecho consideraba la creación de “Tribunales Esterilizadores autorizados para ordenar el uso de la fuerza pública en caso de rebel­día por parte de los pacientes”. En éste se dispone: “Toda persona que sufra de una enfermedad mental que, de acuerdo con los conocimientos médicos, pueda transmitirla a su descendencia, podrá ser esterilizado, en conformidad a las disposiciones de esta ley... Serán consideradas enfer­medades mentales transmisibles por vía hereditaria, especialmente, las siguientes: esquizofrenia (demencia precoz), psicosis maniacodepresiva, epilepsia esencial, Corea de Huntington, idiocia imbecibilidad y debilidad mental profunda, locura moral constitucional y alcoholismo crónico... Podrán solicitar la esterilización: los directores de establecimientos manicomiales, públicos y pri­vados; directores de Hospitales donde existan secciones para enajenados; los enfermos mentales, cuando sean mayores de edad; y los representantes legales de enfermos mentales incapaces”.

Propone pues Salvador Allende: “Créanse Tribunales de Esterilización de Primera Instancia, que funcionarán en las capitales de provincias y un Tribunal Superior de Esterilización, con asiento en Santiago... El Tribunal Superior de Esterilización estará integrado por el Presidente de la Excma. Corte Suprema, el Decano de la Facultad de Biología y Ciencias Médicas de la Univer­sidad de Chile y el profesor titular más antiguo que dicte la Cátedra de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile... Todas las resoluciones que dicten los Tribunales de Esterilización serán obligatorias para toda persona o autoridad, y se llevarán a efecto, en caso de resistencia, con el auxilio de la fuerza pública”.

Desde idéntica perspectiva ideológica, también en aquella la época el doctor Félix Martí-Ibáñez (1911 - 1972), psicoterapeuta y sexólogo que ejerció durante la guerra civil española (1936 - 1939) el cargo de Director General de Sanidad y Asistencia Social en Cataluña en representa­ción de un sindicato anarquista (C.N.T.), convocaba en noviembre de 1936 a la “Conferencia de Asistencia Psiquiátrica e Higiene Mental”. Entre otros asuntos, el programa de ésta consideraba el tratamiento de asuntos como la “Difusión de las reglas de Higiene Mental y la Eugenesia” e incluso la “Esterilización de ciertos enfermos psíquicos”.

Como es posible advertir, el impacto de la eugenesia trascendía la posición ideológica particular de los sujetos, respondiendo a una convicción profunda y fuerte en los hombres de aquel tiempo. Aún más, a pesar de las graves convulsiones de las décadas de 1930 y 1940, las políticas eugené­sicas serían continuadas, perfeccionadas y profundizadas. La proyección del movimiento euge­nésico será sustantiva. Ya en 1951 lo indicaba Ernst Jünger (1895 - 1996): “Uno de los grandes peligros de nuestro tiempo: la superpoblación… La higiene se ve enfrentada a la tarea de poner coto a las mismas masas cuyo surgimiento hizo ella posible”.